Desde hace unos años está cobrando fuerza un modelo de atención en salud llamado toma de decisiones compartidas (TDC, también conocido por las siglas inglesas SDM, de shared decision making). Sus beneficios han hecho que la TDC goce de cierta implantación en Estados Unidos y Europa, pero lo cierto es que aún es una asignatura pendiente en los países latinoamericanos donde este modelo podría ayudar a reducir las disparidades en salud existentes en la región al facilitar que las personas puedan participar informada y activamente en el cuidado de su salud.

En este sentido, el pasado junio se celebró en Lima la VII Conferencia Internacional de TDC (7th ISDM conference) donde salió a debate la realidad global y latinoamericana sobre esta aproximación terapéutica. Las conclusiones de ese encuentro, en el que participó la Dra. Lilisbeth Perestelo Pérez  y Jeanette Pérez Ramos, investigadoras del Servicio de Evaluación del Servicio Canario de la Salud (SESCS), acaban de salir publicadas en la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Publica.

Bajo el título de ‘En busca de una salud más participativa: compartiendo decisiones de salud’, el artículo comienza describiendo el enfoque predominante en la sanidad actualmente y que obedece a un modelo paternalista. Dicho enfoque considera al profesional de la salud como el experto y sobre él recae la gestión de la información, la deliberación sobre las distintas opciones terapéuticas y la toma de la decisión. Sin embargo, la TDC supone involucrar a las personas en el cuidado de su salud, creando así una marco más equilibrado, en términos de poder y autoridad, para la relación entre profesional sanitario y paciente.

Esta idea se remonta a la década de los ochenta y de hecho, el término toma de decisiones compartidas se describió por primera vez en 1982 en un documento estadounidense sobre el consentimiento informado y aspectos éticos de la práctica clínica. Con el paso de los años, numerosas experiencias han ido avalando la capacidad de la TDC para contribuir a la forja de un sistema sanitario de cuidado compasivo y respetuoso en el que los usuarios y sus familias desempeñan un papel activo.

La TDC aumenta el conocimiento del paciente, lo que contribuye a hacerles sentir más seguros sobre la decisión y, en consecuencia, más involucrados. El paciente que se implica en el cuidado de su salud adquiere un compromiso con su profesional de salud que se traduce en un incremento de la calidad, la seguridad y la eficiencia del cuidado, produciéndose así la transformación del sistema de salud.

En el proceso de flujo de la información hacia el paciente a veces se dan situaciones en las que para una enfermedad coexisten varias opciones diagnósticas o terapéuticas. Esa diversidad de informaciones podría confundir al usuario, así que la TDC desarrolla para esos casos lo que se conoce como herramientas de ayuda para la toma de decisiones (HATD). Estas herramientas permiten comunicar al usuario, en un lenguaje y formato adecuado, información objetiva sobre dichas opciones así como sus riesgos y beneficios. Las HATD son un complemento al asesoramiento clínico, pueden utilizarse antes o después de la consulta y su uso varía en función de su presentación (vídeo, web, folleto, etc.).

A la hora de implementar las HATD en la práctica clínica pueden surgir barreras como la falta de tiempo y recursos, el escaso deseo de participación, la baja capacidad de comprensión de algunos pacientes o la falta de familiaridad de los profesionales con el modelo TDC. Algunas de estas limitaciones pueden subsanarse capacitando a los profesionales en un estilo de atención asistencial centrado en el paciente donde de forma natural la comunicación desempeña un papel clave.

En un modelo participativo como el que propone la TDC, es vital el desarrollo de las habilidades comunicativas que permitan la creación de un espacio de respeto, escucha y acogida entre el médico y su paciente. En la interacción que se establece entre ambos entran en juego tanto los elementos verbales como los no verbales, de ahí la importancia de que el profesional de la salud entrene de forma permanente la capacidad empática y la escucha activa para lograr una comunicación efectiva.

A la luz de estas premisas, podría parecer que la praxis de la TDC exige una dedicación al paciente impensable en ciertos sistemas de salud, pero lo cierto es que las experiencias en Estados Unidos y Europa han demostrado que no supone un incremento sensible de tiempo dedicado al usuario. En cambio, trae aparejados beneficios como la mejora de la interacción médico-paciente y de la adherencia al tratamiento, aumento del conocimiento de la enfermedad y reducción de la ansiedad.

Por todo ello, los participantes de la VII Conferencia Internacional de TDC, conscientes de la baja difusión y práctica de este modelo en Latinoamérica, abogan por promover investigaciones que evalúen los factores que afectan a su implementación además de identificar el efecto que podría tener en la consecución de una salud más justa y equitativa para la población.