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Reconociendo la depresión

By 11 noviembre, 2014 mayo 19th, 2020 No Comments

El paulatino reconocimiento de que los síntomas padecidos indicaban la existencia de un problema de salud fue el camino para la búsqueda de ayuda profesional: en una primera consulta decidieron acudir al médico de cabecera, al psiquiatra o al psicólogo. Algunas personas afectadas aún no sabían que se hallaban frente a un problema del área de la salud mental. En esas circunstancias, las personas entrevistadas iniciaron un período de consultas, de reflexiones, de búsqueda de información, que les permitieron empezar a comprender su padecimiento: la depresión.

La búsqueda de respuesta a los problemas que padecían era vivida por cada persona de una manera particular.

SÍNTOMAS

La primera búsqueda de ayuda profesional se produjo por iniciativa de las propias personas afectadas debido a la persistencia o intensificación de los síntomas.

Uno de los temas que destacan varios entrevistados es que les resultaba difícil admitir que la depresión pudiera ocurrirles a personas que, como Rosina, se consideraban de carácter fuerte y con una buena educación.

“Sobre todo cuando la persona a la que le pasa es una persona que lleva toda la vida… que es una persona con coraje, fuerte, con carácter, emprendedora, todo eso. Y que de repente esa persona haga ¡Pum! así para abajo, pues les cuesta entenderlo, cuesta entenderlo. De hecho yo me encontraba entre las personas que hace unos años no entendía (la depresión); y que a mí nunca me iba a dar una depresión. Y ha tenido que darme para entender. He leído, sí que he leído. Soy una lectora empedernida y entonces nunca había querido leer un libro de auto ayuda. Me negaba a todo esto porque yo era estupendísima y, bueno, a mí no me iba a pasar nada de esto y me ha pasado. Por eso digo que he salido mucho mejor de todo esto.”

Vicente cuenta que en la segunda depresión buscó ayuda profesional porque percibió que no lograría mejorar sin ese tipo de apoyo.

“Y tanto en la primera vez como en esta ¿Surgió por tu propia voluntad de buscar ayuda? ¿Te sugirió alguien? Sí, surgió por propia voluntad mía porque veía que me hacía falta. Me hacía falta porque no… yo sólo no podía. En la otra salí a base de… la verdad es que fue de la forma más tonta, de la forma que salí. Tengo la casa llena de libros de auto ayuda, de todo tipo de libros.”

Antonia explica que, aunque el entorno no se dé cuenta de lo que sucede, la persona con depresión sabe reconocer que se encuentra cada vez peor.

“Yo lloraba, no quería ir a trabajar, no quería salir a la calle, como nada. Si yo sabía qué era. A mí me hacía falta, me hacía falta un tratamiento, me hacía falta algo. Lo que pasa es que eso sí, tú te das cuenta si estás muy mal o no estás muy mal. Yo no sé si podemos engañar al exterior o no. Yo creo que ya hay veces en que no engañamos. Pero, que uno interiormente, yo, por lo menos, sí me notaba que si está medio, medio, o si está muy mal, muy mal. Eso se lo nota el paciente. ¿Qué los que están alrededor no te lo notan o sí te lo notan pero no sabe hasta qué punto? No lo sé.”

La persistencia de las dificultades para dormir y el cansancio resultante impulsaron a Pilar a consultar al médico.

“Pues no se me pasaba, era algo que me duraba. Estuve sin dormir un mes. Ya no descansaba y fue cuando, pues ya, claro, tuve que ir al médico.”

Elisa Isabel no podía imaginar que tenía depresión y durante un tiempo evitó que su entorno supiera los síntomas que tenía, hasta que decidió salir de esa situación.

“Yo en ningún momento podía imaginar que yo tenía lo que tenía ¿Vale? Yo no… en ningún momento imaginaba que yo tenía eso, la verdad es que no. Yo me sentía así, pero yo me sentía, yo decía: “-Esto de no tener ganas de salir es porque estoy cansada, de tanto, del trabajo, del estrés que llevo de… Es cómo estás en un mundo de que en el que no entra nadie. Te abres a la gente pero no te terminas de abrir nunca. Tienes una coraza. Porque yo, por ejemplo, no quería que mi madre sufriera. No quería que mi marido sufriera. No quería que mi gente sufriera lo que yo estaba pasando. Entonces, evitas mucho, evitas contar mucho. Mi marido, es que ha vivido las situaciones conmigo, muchas de ellas, porque claro vas con él. Y si vas en el coche y te da un ataque de ansiedad y te pones a decirle: “-Por favor para, para, para, para”; y a chillar y a llorar, es que lo tienes que vivir, es que ahí no lo puedes evitar. Pero, por ejemplo, si hemos venido y traigo niños pequeños en el coche pues, yo la ansiedad me la como, me la trago, pero no demuestro que la llevo. Delante de mi marido, a lo mejor, me costaba menos ¿demostrarlo no? Pero sí, es muy difícil, es muy difícil, y cuando te das cuenta de que no estás sola ha pasado mucho tiempo y ya te digo. ¿No sé que me hizo despertar? No sé. Pero desperté y gracias a Dios aún sigo despierta intentando superar, ya te digo, la fobia cada día, pero despierta. Porque es que es algo que tienes que hacer tú misma, por muchas personas que tengas a tu lado, si tú no estás predispuesta a ello, no, no sales. Lo que pasa es que yo ya, llega un punto en que yo dije que no: “-No, yo tengo que salir de todo esto.”

José convivió con la depresión durante varios años, hasta que se agudizó de tal manera que debió buscar ayuda profesional.

“Porque hasta que se toma conciencia de que uno está mal pueden suceder dos cosas: que ocurra muy rápidamente o que tarde bastante tiempo. Yo tardé cuatro o cinco años en tomar conciencia de que a mí me pasaba algo, de que yo empezaba a ser un bicho raro para la sociedad. Entonces, la cuestión es que cuando uno empieza a tomar conciencia de que está mal, que algo no funciona, que la mente le ha jugado una mala pasada y el ordenador se ha quedado en black out, hay que hacer un reset. Y ese sí que es un desafío. Entonces, yo estuve catorce años en los infiernos del Dante. ¿Qué explicación le da usted a que hayan pasado tres, cuatro años, cuando usted ya fue digamos a buscar ayuda? Bueno, pues es una forma de ir sobreviviendo soslayando el problema; soslayando el problema hasta que los demás que están a tu alrededor se dan cuenta de que tú estás cambiando, que algo no va bien con tu vida. Y que te hacen preguntas, porque al fin de cuentas tampoco hacías nada anormal. Salvo, bueno pues, un cambio en tus parámetros de comunicación, en tus comportamientos sociales. Pero aparte de eso, bueno pues, digamos que no había nada escandaloso ni dramático. Entonces el tiempo va pasando de una forma pausada y sin darte cuenta se va acumulando. Pero ya cuando la cosa se agudiza, de alguna manera, pues, es cuando, bueno, uno toma la decisión de ver qué pasa, si es que está pasando algo.”

Rafael dejó pasar mucho tiempo hasta realizar la primera consulta con un profesional.

“¿Y cuándo tiempo dijo que pasó desde que empezó a sentir ese malestar hasta que acudió al médico? Ya no me acuerdo pero creo que tres años sí, o dos o tres años, sí. ¿Y fue por su propia voluntad? Sí, porque ya no podía más, ya no podía más y un día aquí digo: “-Bueno, hoy voy al médico”, pero claro, yo iba al médico, seguro que no podía hacer nada, porque yo veía que era todo el mundo, o me lo imaginaba, porque claro, el problema de esto es que tú te imaginas y luego, me imaginaba, porque claro, luego sí que hizo el médico porque el médico lo primero que me hizo fue dormir, dormir, que me iba a casa dormida, por lo menos dormí, claro, ya fue otra cosa, muy fuerte, muy fuerte pero dormí, yo no había tomado nunca una pastilla para dormir y dormí. Y usted por qué cree que dejó pasar tanto tiempo hasta que fue a consultas? Yo te lo digo, porque yo estaba seguro de que la medicina no tenía nada que hacer en esto, porque yo a posta creo que mi depresión, no sé si fue depresión-depresión, porque yo veía todo el problema. En el momento que lo veía sí, esto es depresión, o sí, es lo que yo no sé, no sé si en un momento en que tú ves los problemas… Yo creo que una depresión es cuando tú no te das cuenta de dónde te has metido y yo siempre me di cuenta de dónde estaba metido, lo que no sabía es cómo salir. -¿Por eso dice que no acudió…? O sea, yo sabía dónde estaba metido, yo sabía todos mis problemas, yo sabía mi entorno, yo sabía que desde niño ya no dormía, yo sabía que era esto, y yo no sabía que nadie me pudiera ayudar y no busqué ayuda, a nadie. ¿Sabes qué te digo? hasta que me dieron un poco.”

En algunos casos, las personas entrevistadas demoraron la búsqueda de ayuda profesional o se resistían a ser tratados. La búsqueda de atención profesional se inició cuando pudieron aceptar su condición, además de escuchar la recomendación de algún familiar o de alguien del entorno cercano para que comenzaran un tratamiento.

En el caso de Manuel, una vez que reconoció su problema, aceptó que su padre le ayudara a consultar con un psicólogo clínico.

“Llegamos al punto que ya quería cambiar yo de vida, entonces ya mi padre me dijo: “-No te preocupes, voy a hablar con el psicólogo y él te va a llamar”. Él me dijo, el psicólogo, cosa que tenía razón, que era muy normal que todo me molestara. Yo estaba en casa y el ventilador me molestaba, la tele me molestaba, me molestaba el mismo sofá en el que estaba sentado, me molestaba todo, me molestaba hasta el agua que estaba bebiendo, no sé. Era una sensación de que todo me molestaba y… Imagínate, si ya me molestan estas cosas, imagínate las personas ¿no? Esto es el problema, es que no podía estar entre ellos, es que me molestaban. Entonces, empecé a asumir ahí que era yo el que estaba molestando, no es la gente que estaba molestando, no es el sofá que esté mal, soy yo. Y a partir de ese encuentro de uno mismo, de que el que se está equivocando… Me lo tomé bastante bien, me lo tomé bien.”

Pilar relata que fue su madre quién insistió en que fuera a consultar a un psiquiatra.

“Esa fue mi mamá, la me que insistió en que yo tenía que ir y yo tenía que ir. Y claro, yo como casi, casi, dependía de ella porque veía que si no, los hijos… pues me marché al psiquiatra por parte casi de ella. Y fue un poco una obligación, y ahí pues, no lo sé, me dio la importancia de mis hijos. Y al darme la importancia de mis hijos, él supo, gracias a Dios, no sé, enfocarme esa otra orilla. Esa otra orilla y esos hijos. Y al verles ahí, pues, es lo que me hizo levantar. Cosa que ahora me está costando mucho porque ahora mis hijos son muy mayores.”

Algunos testimonios muestran que fueron a consulta médica por otros problemas de salud y también contaron con el apoyo de su familia y amigos.

Ramón recuerda que comenzó el camino de reconocimiento de su depresión por iniciativa de su esposa; acudió a una terapia grupal en el hospital para poder dejar el alcohol.

“Coñac, tomaba mucho Coñac, tomaba café, tomaba copa, repetía de copa, me excedía de copa. Era aquello de decir… evadirme. Lo veo ahora con perspectiva. Lo que hacías era evadirte con el alcohol, de quitarte el mundo de encima y los problemas y estar tranquilo, pero era una evasión. ¿Llegó a sentirse usted que estaba alcohólico? ¿Como tal? ¿O no? ¿O era una cosa medio paliativa? A ver, no me tenía, pero sí, de alguna manera sí que lo veía que era porque tenía mucha dependencia. Bueno, a las drogas creo que soy bastante adicto. Bueno, al tabaco era, era al tabaco. Entonces el alcohol, es aquello que tomaba, me gustaba mucho tomar para eso de conseguir la evasión, pero no tanto por el provecho de disfrutar: “-¡Qué sabor que tiene!”. Evidentemente… No sé si fui yo que tuve la iniciativa, si fue Marina (su esposa), posiblemente que fue ella, pero con mi voluntad de ir y solucionarlo, porque había habido la experiencia anterior, dos años antes y que de la manera que se había llegado a esto, dije, no es bueno, pues bien, necesito ayuda.”

Después de la consulta con su médico de cabecera, Eva María acudió a un centro de trastornos de alimentación acompañada por su familia debido a que estaba perdiendo mucho peso. Allí la psicóloga le diagnosticó depresión

“Estaba tan mal que dejé, pues, como catorce kilos. Ahora estoy normal ¿no? Bueno, pues, catorce kilos menos en mí. Y ya empezó a decir mi familia y a hablar con mi médico de cabecera, que ¿Si es que tenía anorexia? Tuve que ir por mi familia, ahí, a un centro que hay para estos trastornos de alimentación. Hablé con una psicóloga y le dijo a mi madre que estuviera tranquila. Que no, que yo lo que tenía era una depresión tan grande que a mí me impedía comer. Porque yo lo que tenía era en el estómago. De hecho, cuando tengo, así, alguna recaída, es que a mí, los síntomas, somáticos así: en el estómago. Yo no puedo comer, si como vomito pero era por eso, por la depresión. Pero es que me quedé ¡vamos! que de verdad yo, de hecho todas las fotos las he roto. Porque es que es deprimente. Y mi madre cuando, así, se mete una racha que a lo mejor digo: “-¡Es que no puedo comer mamá!”, me dice: “-¡No por Dios, no vayas a quedarte como antes!”. Y eso ha sido la peor.”

Apoyada por su profesor, Eva María realizó su primera consulta con su médico de cabecera porque tenía confianza con él.

Y yo recuerdo que salía de la academia y hasta que llegaba al piso, por todo eso, veía luces y yo iba llorando todo el camino, de lo mal que estaba. Y entonces fui a un médico de… al médico que tenía de cabecera y le dije que “-No sé lo qué…” De hecho, allí también en la academia me llamó uno de los profesores, me dijo: “-Mira, a ti que te pasa algo. Porque tú empezaste con mucha ilusión, tú hacías preguntas, tú estabas integrando grupos”, dice: “-Y ahora pues…” ¡Ah! Dice: “-Estás que, no estás en la clase siquiera, tienes mucha tristeza, te vas muchas veces de la clase”. Y él me recomendó a un psicólogo amigo suyo. Fui, pero ya dejé la academia, fui pero aunque ya, dije, ya fue tarde ¡Ya estaba mal! Y por un lado él me dijo que fuera su amigo el psicólogo que trabajaba en un gabinete con un psiquiatra. El médico de cabecera, pues, fui un día, le decía yo, tenía confianza con él y yo le dije que yo estaba muy mal, que yo no quería ni ir a mi casa, que no quería, que solo quería morirme, que ¡vamos! que no hacía más que llorar, que quería estar sola, que para mí, pues eso, nada tenía sentido.”